Tres aproximaciones conceptuales sobre el trabajo de cuidado

Herkis Duno Chirinos

Para analizar, crear e incluso accionar, conceptualizar es fundamental, por lo que en un contexto donde los cuidados son parte elemental de la vida, aproximarse a una definición de un concepto relativamente nuevo en comparación con otros, es primordial para entender la forma en la cual se desarrolla, así como sus implicaciones en la vida de hombres y mujeres que proveen y reciben cuidados.

No existe un concepto único establecido, sino que se nutre con diversos aportes, por lo que cada una de las nociones que presentan diversas autoras sobre este tema es de gran valor, dado que permite sustentar desde el aspecto teórico lo concerniente a los cuidados; lo cual es vital para abonar el camino hacia la construcción de acciones que valoren y asuman el trabajo de cuidado desde un enfoque de derecho y una perspectiva de género, convirtiendo en realidad el gran anhelo de reconocerlo, reducirlo y redistribuirlo.

A continuación, se describen algunos aportes hechos por tres grandes autoras que tienen una vasta experiencia en lo relacionado con los cuidados, como lo son Karina Batthyány, Joan Tronto y Mara Rivero.

Sobre Batthyány es importante detallar que establece una relación entre cuidado y bienestar, asumiéndolo como una “acción de ayudar” ya que toma en consideración las labores realizadas de manera cotidiana, las cuales garantizan bienestar; entre las mismas destacan tareas como alimentar, cuidar la salud, vestir, entre otras. Uno de los aspectos relevantes con el cual la autora amplia la descripción sobre los cuidados, está relacionado con las tres dimensiones que establece: dimensión material, dimensión económica y la dimensión psicológica. La primera de ella hace referencia al trabajo no pago, no reconocido pero que amerita de un esfuerzo físico para llevar a cabo una serie de actividades; por otro lado, se encuentra la dimensión económica, la cual implica un costo concreto que puede pagarse en el mercado o con el tiempo que se emplea; mientras que la dimensión psicológica, suele ser la más imperceptible, pero no por ello la menos importante, puesto que hace referencia al vínculo emotivo y afectivo que inexorablemente se produce al cuidar, considerando que es un trabajo marcado por la proximidad, éste se desarrolla mayormente cara a cara.

 De igual modo, el recorrido por los aportes de esta importante autora Uruguaya, permite hacer referencia dos grandes formas de realizar el cuidado, como los es la remunerada y no remunerada; así mismo, dos ámbitos donde se desarrolla dicha tarea, comprendida por la familia y fuera de ella. Otro aspecto relevante versa sobre la relación personal entre quien cuida y quien es cuidado. En base a estos aspectos Karina Batthyány promueve reflexión sobre cuánto se debe estatalizar y cuánto se debe mercantilizar el trabajo de cuidado; con plena conciencia que es necesario un equilibrio entre los cuatro entes proveedores de cuidado, como lo son: la familia, el Estado, el mercado y el sector comunitario.

Otra de las autoras que ha hecho aportes significativos sobre los cuidados es la Estadounidense Joan Tronto, quien considera que el cuidado en los sistemas democráticos va más allá de lo individual; implica ejercer el cuidado colectivo a partir de aplicar cinco fases: 1. Preocuparse de cuidar, 2. Asumir la responsabilidad de cuidar, 3. Realizar la actividad (cuidar), 4. Recibir el cuidado y 5. Cuidar con confianza, solidaridad y responsabilidad, cada una de estas fases describen cualidades morales.

La primera de las fases mencionadas está relacionada con “Un cuidado que importa” basado en el hecho de reconocer e identificar la necesidad de cuidar, cuya cualidad moral se encuentra vinculada en brindar atención; respecto a  la segunda fase, se vincula con “Cuidar a”,  asumir una responsabilidad para la satisfacción de la necesidad identificada, por lo que la misma posee como cualidad moral la responsabilidad, de igual manera la tercerea  fase hace referencia a “ Dar cuidados” la cual implica la satisfacción directa de necesidades de cuidado, supone ejercer un trabajo físico, ésta se encuentra vinculada a la cualidad moral de la competencia,  puesto que los trabajos de cuidado requieren conocimientos y habilidades; en relación a la cuarta fase, la misma involucra el hecho de ver lo que ha pasado una vez que se termina el proceso de los cuidados; la cualidad moral de esta fase  es la capacidad de respuesta. La quinta fase fue incluida de manera posterior y guarda relación con el hecho de cuidar con, la cual concierne a toda la esfera de las personas implicadas, por lo que Tronto refiere como cualidades morales la confianza hacia el cuidador, la solidaridad con las personas con quien se establecen o crean relaciones de cuidado. Así mismo, se detiene a analizar las relaciones de dependencia e interdependencia, teniendo presente que quien recibe cuidados hoy, puede ser q quien provea cuidados mañana.

Otro de los aportes de Tronto está basado en la diferencia que hace sobre los cuidados afectivos vs los cuidados no afectivos, lo cual se puede ilustrar  mediante el siguiente ejemplo: enseñar a caminar a un bebé sería el ejercicio de un cuidado afectivo, mientras que lavarle la ropa sería un cuidado no afectivo.

Existen dos ideas abarcadas por la autora, las cuales permiten conceptualizar los cuidados atendiendo la realidad que se vive en relación a la injusta distribución de estos en la sociedad. Dichos aspectos versan sobre el hecho de entender los cuidados de forma política y la irresponsabilidad privilegiada. Los Cuidado de forma política colocan en el centro del debate el hecho que son las mujeres quienes cuidan, lo cual atiende a una estructura de poder que ha creado una falta de equilibrio; sustentando el hecho que no es natural ni es parte del mundo que las mujeres cuiden, sino que es parte de un sistema, por ello Tronto sabiamente invita a “sospechar siempre de lo que llaman natural, es una forma de ocultar muchos argumentos defectuosos”.

Las ideas neoliberales en relación al cuidado centran su génesis en el hecho que el cuidado es sólo responsabilidad de la familia, negando la existencia de responsabilidades públicas hacia el cuidado. Es evidente que para que las personas den buenos cuidados en términos democráticos necesitan tiempo y este se suele pasar por alto en la política social, a lo que la autora  hace la siguiente interrogante, si somos desiguales en las tareas de cuidado ¿cómo podemos ser iguales?, por ello sostiene que “es posible mejorar los cuidados y abrir las posibilidades para que todos y todas tengamos una mejor vida, de esta forma, la democracia sería más sana sí las tareas de cuidado se asignaran de forma más justa”.

 En lo que a la Irresponsabilidad privilegiada respecta, es una concepción completa que ofrece la autora, centrada en la idea que el cuidado es una práctica, por lo tanto, cualquier persona lo puede realizar considerando que a cuidar se aprende cuidando; poniendo así al descubierto la gran trampa que representa la construcción social de la idea que sólo las mujeres saben cuidar, transmitiendo esta idea mediante la falsa creencia del “instinto maternal”. En tal sentido, aun cuando tanto hombres como mujeres tienen capacidades para desarrollar sus propias rutinas de cuidado, no sucede así, por lo que mediante el concepto de irresponsabilidad privilegiada se explica cómo son las mujeres a quienes se les atribuye de forma “natural” la responsabilidad de cuidar.

Mediante el concepto de irresponsabilidad privilegiada, la autora también coloca de manifiesto que quienes poseen mayor poder y privilegios pueden evitar sus responsabilidades de cuidado obligando o contratando a otras personas (principalmente mujeres). Este concepto es sumamente importante ya que devela la forma cómo se pueden evadir los cuidados valiéndose de una posición socioeconómica favorable o simplemente por el hecho de ser hombre; basándose en la injusta e irracional división sexual del trabajo que asigna roles de género y estereotipos que perpetúan a las mujeres como las responsables de cuidar, no es casual la idea errada que se promueve en nombre del amor sobre “los hijos son de la madre”.

Por su parte la autora Colombiana María Rivero, presenta una concepción bien innovadora respecto a los cuidados, haciendo aportes valiosos sobre los cuidados estéticos y de reparación racial, presentándolos no desde la vanidad, sino como una necesidad para empoderar. De esta forma, los cuidados estéticos y de reparación racial forman parte de una línea de investigación cualitativa donde se le asigna un valor preponderante a las historias de vida; se presentan como una concepción amplia y novedosa sobre la noción de los cuidados que va mucho más allá de las necesidades básicas donde la estética y la belleza se vinculan a la identidad, a la re significación de la apariencia supeditada al concepto de bienestar; permitiendo que dichos aspectos estén en el centro del debate político. Es importante destacar que los cuidados estéticos y de reparación racial forman parte de la respuesta a una necesidad de bienestar que se da no sólo de forma corporal al reparar el cabello y el cuero cabelludo sino que también compone una reparación emocional, vinculada al empoderamiento real, capaz de fortalecer la autoestima de las mujeres afros, la cual puede resultar debilitada al no adaptarse a la supremacía de los cánones de belleza de las mujeres blancas, donde se privilegia la piel clara, el cabello liso y los rasgos faciales europeos. Así mismo, la autora enfatiza en las redes de cuidados, lo que permite voltear la mirada hacia la gran labor que realizan las mujeres, definidas por la profesora Viveros como “madrinas” quienes desarrollan un acompañamiento desde una dimensión material, emocional y simbólica; sustentada en la relación que se establece no en el plano mercantil, sino basada en el afecto, como expresión de sororidad. Otro de los aspectos centrales que se debe resaltar de la relación madrina-ahijada son las redes de apoyo que se tejen desde lo comunitario, ya que, para la gran mayoría de mujeres afro, en la familia se acentúan las desigualdades raciales, pues se le anima a no romper el molde, aunque el molde sea de opresión y traiga sufrimiento, por ello el entorno comunitario como ente proveedor del cuidado adquiere un papel preponderante.

El posicionamiento de las mujeres afro como ente receptoras de cuidado también es un aspecto de reivindicación, considerando que a lo largo de la historia se ha reforzado la idea incluso mediante el cine y la televisión que las mujeres negras son cuidadoras por excelencia. La postura antirracista que se genera mediante esta forma de cuidado permite que quien ha sido vejada en un contexto social marcado por la desigualdad, pueda pasar de una posición pasiva a una activa, como bien es señalado por la profesora Vivas; erosionando así los principios racistas, teniendo en consideración otra estética que sea valorada y respetada, lo cual promueve una independencia real de las mujeres negras respecto a los cánones de belleza, poniendo fin al sufrimiento y las experiencias dolorosas cultivadas en la infancia por la autopercepción del racismo.

De esta forma se visualiza la belleza como un proceso, dando valor a lo que esta puede hacer, logrando una resignificación desde lo colectivo, cultivando la mirada negra y desafiando la mirada blanca. Es así como la apariencia y la belleza se componen en una forma de lucha, resistencia y accionar antirracista de las mujeres afrodescendientes contra dichos estigmas y cánones, permitiendo así su autoreconocimiento y empoderamiento.

Los aportes que nos presenta la autora permiten concebir los cuidados desde una concepción poco analizada, pero sumamente necesaria, ya que es innegable que el concepto de belleza hegemónico reproduce desigualdades raciales, de género y de clase que como bien lo señala la profesora María Viveros, “pueden crear posiciones muy polarizadas entre las mujeres negras, blancas y mestizas”, por lo que lograr la emancipación mediante la resignificación de las ideas resulta trascendental.

Cada una de las autoras abordadas destacan puntos relevantes acerca de los cuidados, guardando algunas semejanzas y diferencias entre sí. Por ejemplo, tanto Battyany como Tronto señalan aspectos que permiten identificar la forma como se ve socialmente el trabajo de cuidado, destacando que el mismo se encuentra totalmente feminizado y familiarizado, dificultando la posibilidad de elegir si se quiere o no cuidar, por lo tanto, ambas autoras en sus aportes reflejan que las desigualdades en los cuidados son el principio de una sociedad injusta, en tal sentido refieren la importancia de la universalidad de las políticas de cuidado, considerando que en la medida en la cual se mejore la distribución de los cuidados, se mejorará la vida.

En cuanto a los cuidados estéticos analizados por la autora colombiana María Rivero es de destacar que dichos cuidados se generan mediante el ejercicio de prácticas de cuidado mutuo, teniendo similitud con la concepción de cuidado y bienestar propuesta por Karina Battyany, Por otro lado, la definición de “acción de ayudar” que le asigna Battyany al cuidado se expresa en la manera en la cual las madrinas acompañan y brindan apoyo en lo afectivo, desarrollando una experiencia basada en la empatía entre quien provee cuidado, en este caso la madrina y entre quien recibe cuidado como lo es la ahijada, colocándose también de manifiesto lo denominado como la dimensión emocional del cuidado. Cabe destacar que además de lo afectivo se debe valorar el hecho que las madrinas gestionan herramientas técnicas durante el acompañamiento y realizan una coordinación constante marcada por la acción de saber escuchar y saber responder; por lo que inexorablemente le es atribuible la definición de trabajo de cuidado.

Otro de los aspectos a señalar, guarda relación con el hecho que los aportes de la profesora Rivero permiten comprender de forma amplia el concepto de autocuidado planteado por Tronto ya que no es posible un autocuidado sin lograr deslastrarse de la estética eurocéntrica, es decir, se torna esencial valorar un autocuidado liberador que no esté marcado por los estereotipos de la cultura hegemónica que crea desigualdad, por lo que en este contexto el autocuidado real debe formar parte de un proceso de lo nombrado en este módulo como desidentificación y re significación.

Los planteamientos realizados por las tres autoras permiten considerar el cuidado como un derecho universal, por consiguiente, es una necesidad real y urgente, que sea priorizado en las políticas de protección social desde un enfoque de derecho y un enfoque género, permitiendo así que el cuidado trascienda el plano del mercado y el ámbito familiar.

Es innegable además que la división sexual del trabajo se naturaliza como una tarea netamente femenina. Por tanto, para que el cuidado provea bienestar, es necesario que las políticas públicas garanticen su acceso, teniendo presente la realidad y los derechos de la persona cuidada pero también de quien cuida.

 A través de la romantización de las tareas de cuidado puede darse la opresión a las mujeres, pues se sacrifican y anulan a diario para cuidar en nombre del amor. Dicha realidad constata la necesidad de interrelacionar cuidado, bienestar e igualdad. Logrando que la principal fuente de bienestar que es la familia por proveerlo de manera cotidiana, no se convierta en un foco de opresión hacía la mujer.

Las y los responsables de la toma de decisiones que impacten en el establecimiento de políticas públicas deben considerar cada uno de los postulados por las autoras en torno al significado de los cuidados, veamos la siguiente definición de la autora Joan Tonto: “la actividad característica de la especie humana que incluye todo lo que hacemos para conservar, continuar o reparar nuestro “mundo”. Este mundo incluye nuestros cuerpos, nuestras individualidades (selves) y nuestro entorno que procuramos entretejer conjuntamente en una red compleja que sostiene la vida”. La misma permite ampliar la visión del cuidado, haciendo referencia al aspecto moral, económico y social del mismo. Es innegable que el cuidado como concepto implica la generación de bienestar, por ello la importancia de fortalecer y expandir en toda la región políticas que nos hagan más iguales, pero además un movimiento que sea capaz de traducir las demandas feministas en demandas sociales, reconociendo los diversos escenarios de empoderamiento que existen según sea la realidad que vive cada mujer.